Monotonia [Libre]

Ir a la zona celestial, se le dificultaba un poco pero era el único lugar en donde podía conseguir esa planta medicinal, “la flor de los milagros” como la llamaban algunos seres humanos debido a sus propiedades medicinales las cuales eran absolutas no había duda, pero crecían en determinado lugar y por temporada, era muy difícil conseguirlas porque eran totalmente naturales y según había escuchado Zen crecían una vez al año en determinada zona y solo duraban tres días. Seria difícil conseguirlas, pero se arriesgaría necesitaba esa flor.
Estuvo buscándola por todos lados, preguntando en todos lados hasta que alguien le dijo donde podrían encontrarse, aquel lugar parecía ser un castillo decía que en su jardín crecían grandes cantidades de esa flor todos los años, el rubio decidió dirigirse hacia allí, pudo infiltrarse en el jardín sin problema alguno. Vio la gran cantidades de flores milagrosas que habían allí crecidas era increíble la cantidad, el muchacho empezó a juntar esas flores, mientras examinaba su color y el tiempo que tenían, mientras las agarraba, de repente el joven vio que una persona se encontraba por allí decidió esconderse detrás de unos arbustos rápidamente, al hacer aquello había hecho un poco de ruido.


“mierda…”, pensó mientras intentaba quedarse quieto, escaparía con las flores que tenia, cuando iba a ver el bolso donde las tenia no estaba allí se lo había olvidado entre las flores. Gruño por lo bajo, había sido un idiota en olvidárselas por allí.

Estaba temblando y no entendía el porque, sentía una gran fuerza talvez, no podía moverse de allí. Su cuerpo temblaba y sus ojos estaban cerrados con fuerza, su corazón latía rápidamente, tenia miedo y no entendía el porque, abrió los ojos no podía acobardarse necesitaba aquella medicina, la necesitaba de verdad, no era un capricho querer aquella flor era una necesidad, como medico necesitaba curar a sus pacientes y cumplir las promesas que les hacia. Iba a salir, hasta que escucho aquella voz, ya sabia que estaba allí aquella persona, o mejor dicho ser que de seguro no era un ser ordinario, vivir en un castillo como aquel no era de cualquier tipo de persona, al escuchar lo de recinto de divinidades trago saliva, estaba en una grande demasiado grande, los dioses no serian piadosos con el.
No escucho el susurro, ya que no tenia un supero ido para escucharle a aquella persona desde la distancia en la cual se encontraba, trago saliva aquel tipo ya sabia donde se encontraba, se paro con lentitud y se dirigió directamente hacia aquel ser, mientras agarro la bolsa de una manera violenta y le miro a los ojos. Sus manos temblaban, aun así seguía firme, era normal que sintiera el poder de aquel Dios solo que no se daba cuenta de ello. Debía tener aquellas flores, fuera como fuera. Luego de pocos segundos bajo la mirada mirar a aquella persona le hacia sentir pequeño y débil, apretó los dientes ante la impotencia, no podía hablar, no podía pronunciar palabra alguna. Con suerte, podía mantenerse, en pie, con los ojos abiertos y respirando.

“No puedo hablar, es como si mi voz se hubiera ido…. Nunca había sentido miedo en toda mi vida”, pensó mientras intentaba tranquilizarse aquello no era bueno. Sentir miedo de esa forma aquel ser no era común y corriente. Tenía miedo de alguien que no tenía una mala apariencia, pero su aura era lo que le atemorizaba terriblemente, aun así no se echaba para atrás, era valiente y daba la cara adelante del peligro.

Escucho el “ de nada” de aquel tipo y no dudo en levantar la mirada y verle directamente a los ojos, sus ojos temblaban tan lejos podría llegar para cumplir una promesa, porque las cosas eran así no lo comprendía, tan lejos llegaba por un simple mortal, ¿porque era así?. Vio aquella sonrisa sensual en el rostro ajeno, el le miro con una expresión de seriedad y frialdad en el rostro. Era como si intentara que aquella aura dejara de intimidarle.
Escucho a aquel, decir de que no podía robarle a los dioses, a el le daba igual. Los dioses nunca habían hecho nada por el que recordara, por eso no creía en ellos solo podía creer en si mismo y en su propio valor, no le importaba que los demás le dijeran que era débil no necesitaba creer en la palabra de otros. Escucho aquella pregunta, ¿Por qué quería las flores?, decir el motivo era vergonzoso. No podía decirlo aunque era necesario, el chico se quedo en silencio, hasta que escucho aquella pregunta de nuevo, el chico suspiro.

- ¡¡¡Solo las quiero para sanar a los niños!!!... ¡¡¡solo por mortales!!! ¡¿feliz?!, ¡¡¡ya lo dije!!!- le grito el chuico sin vacilar, el miedo se había ido cuando hablo de aquello, fue como si un gran poder hubiese inundado su garganta, solo había llegado a ese lugar por niñitos mortales, había caído bajo, ¿Por qué había hecho aquello?, lastima acaso, por su promesa o solo porque no quería verles morir. No sabia estaba confundido, pero se había arriesgado por mortales, algo que poca veces un ángel como el haría.

Al parecer su razón por la cual había robado las flores eran bien aceptadas, aun así no del todo, era cierto había invadido y hurtado en un lugar sagrado, sintió mas tranquilidad al verle de esa manera a aquel ser, se veía mas bondadoso y dulce, al chico le llamo la atención, eso hizo que bajara la guardia, era muy inocente eso se podía notar. A pesar de su actitud feroz era un chico bastante amable en ocasiones y su nobleza era una que no tenía igual.

“Menos, mal ahora puedo irme”, pensó mientras suspiraba, estaba dispuesto a irse hasta había acomodado la bolsa con las flores para llevárselas de una manera mas cómoda y como para que no sufrieran daños las flores. Pero al parecer, las cosas no eran gratuitas en aquel lugar, escucho lo que dijo aquel ser, ¿Qué querría a cambio? no tenia nada para darle… a lo sumo un poco de dinero, talvez eso serviría, pero olvidaba que en aquellos lugares el dinero no servia, en aquellos lugares se usaba el cambio “tu me das esto y yo te doy aquello”, en ese caso el rubio no sabía que darle al Dios. Hasta que se le ocurrió algo, no sabía si serviría.

- Soy medico, te prestare mis servicios cuando los necesites… pero por favor ¡déjame llevar las flores!- le dijo el chico, no… no se estaba arriesgando por simples humanos, no eran humanos codiciosos por los que se arriesgaba se estaba arriesgando por gente que en verdad merecía que los protegiera un ángel.

No necesitaba de sus servicios, entonces ¿que quería?, algo de igual precio, otra flor invaluable, oro, plata, algún diamante extraño, ¿Qué era?, ¿Qué precisaba? Sino precisaba nada para que rayos le mantenía allí, sino lo precisaba le estaba jodiendo acaso. La manera en que le observaba le molesto un poco, escucho lo de “dios del fuego”, vaya que presentación, por un momento el rubio puso los ojos en blanco, estaba en aprietos un Dios no era cualquier tipo de ser, aun así no había mucho que le pudiera ofrecer a ese tipo de ser, sabia que a los dioses a veces le gustaban las curiosas alas de ángel pero el no poseía alas, era mentira que todos los Ángeles poseían alas solo eran un mito, lo que era verdad era que poseían gran belleza. Sintió como le agarraba la mano y luego se la besaba, solo lo con algo de frialdad.

-Soy Zenón… A`Quila Zenón- dijo cortante mientras le miraba, fijamente con esas hermosas orbes azules tan misteriosas, frías y distantes a la vez, escucho el cambio que quería el Dios, ¿su cuerpo? ¿De que le serviría?

- Si es solo para tener un trofeo lamento decirte que no soy ese tipo de ángel. No poseo alas, no poseo una voz divina y no tengo delicadeza sobre las cosas que hago, soy como un humano pero con una apariencia de un simple ángel, además no te entiendo te dije que te ofrecería mis servicios para cuando los necesitaras- el rubio pareció no entender muy bien a lo que se refería Lumb, se podía decir que era muy inocente, era normal el no conocía, los actos carnales, apenas les miraba por arriba no eran cosas que a el le interesasen.